Una horrorosa segunda parte de los de Ancelotti condenó a un equipo con un Mbappé que sigue desaparecido en ataque
Que el Real Madrid llegaba en una notoria condición de inferioridad era evidente, pero el plan de partido reflejó la autopercepción de inferioridad y de sumisión a lo que quisiera hacer el Liverpool. Si bien Ancelotti apostó por jugar con Güler y Brahim como titulares, la actitud del equipo en la primera parte era una premonición anunciada de lo que padecieron. Aun así, la desagradable sorpresa fue ver en Kylian Mbappé, en quien recayó la esperanza de liderar al equipo tras la lesión de Vinícius, un Madrid que ya no solo carece de amenaza, sino de presencia alguna en ataque.
El escenario visto durante la primera parte no fue ninguna sorpresa para propios y extraños. El Liverpool buscando el vértigo, el cambio de ritmo y la ruptura a la espalda de la defensa blanca propulsado por los Darwin Núñez, Salah, Luis Díaz y compañía. El Madrid apostó por jugar el rol que desempeñó por última vez que piso suelo inglés ante el City, anestesiar el ritmo del partido para usar eficazmente su energía. El 4-4-2 o 4-3-3 en bloque medio fue su arma que, aunque por momentos contraproducente, le permitió vivir en un estado de pesimismo constante.
Ante la misión imposible del Madrid de imponerse mediante el ritmo, fueron los pocos, pero constantes envites de Mbappé y Arda Güler, lo que llevó al Madrid a “decir presente” — en el sentido figurado — en Anfield. Kelleher aunque fuera un espectador más en el terreno de juego, tuvo que presenciar como por momentos el exceso de confianza al término del primer asalto pudo costarles caro a los reds.
Con un Madrid en estado de alerta, la cara de Ancelotti describía perfectamente lo que sus futbolistas vivieron a lo largo del encuentro, una noche fría, esfuerzos sobrehumanos y máxima concentración. El golpe llegó al minuto 52 mediante Mac Allister y una combinación colectiva que demostró la insultante superioridad del equipo local a lo largo del partido.
Ese gol devolvió la vida al Madrid por escasos instantes, el que corre los riesgos y en los peores momentos, se crece. Ese momento de trance se tradujo en el penalti de Robertson a Lucas Vázquez. Sea como fuere, Mbappé demostró que mentalmente no está por encima de las circunstancias, esta vez con un penalti fallado y otra actuación para el olvido de balones dirigidos a su pie.
La acción del gol de Gakpo (0-2) fue un recordatorio del estado de forma del Madrid, de nada valieron los pequeños brotes verdes vistos en las paradas de Courtois o las correcciones en los 1vs1 de Asencio, el Madrid está compitiendo en Europa con una evidente falta de identidad y de actitud. Sin sus principales estrellas ni Mbappé ni Ancelotti están logrando darle rumbo a un Madrid que ha vivido inmerso en crisis durante este curso.